Era de suponer que muchos republicanos harían reclamos después de que Twitter suspendiera definitivamente la cuenta de Donald Trump. De por sí, muchos conservadores aseguran que sus voces están siendo silenciadas por “empresas de alta tecnología de Silicon Valley”.
Existe un debate sobre si Twitter hizo bien en cerrar la cuenta de Trump. En parte, algunos republicanos reclaman que, supuestamente, Donald Trump no incitó a la violencia el día del ataque al Capitolio. Pero, a parte de eso, muchos están preocupados por el precedente que deja que una red social censure la cuenta de un presidente.
¿Buen o mal precedente?
En primer lugar hay que anotar que lo que hicieron Twitter y Facebook, al suspender las cuentas de Donald Trump, fue absolutamente legal. Estas compañías son empresas privadas que han establecido reglas para la comunidad que utiliza sus servicios. Por ende, tienen el derecho de suspender a todos los usuarios que violen las políticas estipuladas por las compañías.
Después de largos años de aprendizaje, redes sociales como Facebook tienen la enorme responsabilidad de evitar que sus servicios sean utilizados para organizar movimientos violentos. Asimismo, las redes sociales han asumido el compromiso de perseguir las noticias y la información falsa que le hacen daño a la gente. Para esto, los algoritmos aún están en desarrollo y estas tareas requieren de gente que se haga cargo de seguir de cerca estos problemas personalmente.
Es importante que los medios de comunicación puedan decidir qué contenido quieren o no quieren publicar. En Estados Unidos y en todo el mundo, esto hace parte de su derecho a la libre expresión. Lo más importante, de hecho, es que no sea el gobierno el que tenga el poder de censurar ningún tipo de discurso (incluso los más ofensivos).
La razón por la cual no se debe censurar ningún tipo de discurso – ni siquiera los más ofensivos – es explicada por el ex director de la American Civil Liberties Union (ACLU), Ira Glasser.
Este veterano experto sobre los derechos civiles asegura que cuando se le da el poder al gobierno de censurar algún tipo de discurso, no tardará este en comenzar a hacerlo a conveniencia. Es decir, por ejemplo, que una ley que permite censurar el discurso racista también puede ser utilizada para censurar el discurso anti-racista. De hecho, asegura Glasser, “hay cientos de ejemplos” en la historia que demuestran lo perjudicial que es hacer excepciones al derecho de libre expresión.
Conclusión
Aunque es un dilema que empresas como Twitter o Facebook tengan el poder de bloquear la cuenta de un presidente, es preferible que este poder lo tengan las empresas y no los países. En estas redes sociales, el usuario tiene la alternativa de no utilizarlas si no quiere aceptar las reglas de la comunidad. En cambio, una persona, en teoría, no puede elegir entre si quiere o no cumplir las normas de su país.
Decidir qué cuentas pueden o no publicar en sus plataformas hace parte del derecho de libre expresión de las redes sociales y, como se argumentaba anteriormente, este derecho no admite las excepciones.
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