Patricia Santiago y su familia se vieron obligados a huir de su casa cerca de la costa caribeña de Colombia después de quejarse de los traficantes de droga de su vecindario que, a su vez, los amenazaron de muerte. Pero en un extraño giro, Santiago ahora trabaja en el tráfico de drogas, en un centro médico de marihuana.
Al principio, Santiago sintió que estaba infringiendo la ley al podar y cortar plantas de cannabis en una plantación dirigida por una firma colombiana llamada Clever Leaves. Sin embargo, el gobierno legalizó la marihuana medicinal en 2016 y ahora Clever Leaves está exportando productos basados en cannabis a Canadá y el Reino Unido.
En lugar de ser un símbolo del oscuro pasado de la violencia de los narcos, Santiago sonríe y dice que las drogas colombianas “ahora se pueden usar para curar a la gente”.
Al menos esa es la apuesta de un número creciente de empresarios que están construyendo vastas plantaciones de marihuana y laboratorios farmacéuticos de última generación que producen de todo, desde analgésicos a base de cannabis para pacientes con cáncer hasta tratamientos para perros que actúan como agentes calmantes.
Otros países están aprobando leyes para permitir la producción, importación y exportación de marihuana medicinal, pero Colombia tiene una ventaja porque lo hizo hace tres años, dice Rodrigo Arcila, presidente de la Asociación Colombiana de la Industria del Cannabis. Dijo que las 29 compañías miembros del grupo han invertido más de 600 millones de dólares en la construcción de instalaciones de marihuana medicinal.