JUAREZ, MEXICO –

El hotel costaba por hora, pero los dos jóvenes cubanos -sucios, hambrientos y aturdidos, después de haber sido liberados de su detención en Estados Unidos y obligados a regresar a México- no tenían otro lugar a donde ir.

La pareja y algunos compañeros cubanos detenidos con ellos reunieron algunos pesos arrugados que los funcionarios estadounidenses habían devuelto en bolsas Ziploc junto con avisos para comparecer ante el tribunal. Juntos, se amontonaron en una habitación de arriba con un solo colchón sucio en el Hotel Sevilla.

Pueden esperar seis meses para ver a un juez de inmigración de los Estados Unidos al otro lado de la frontera, en El Paso. Y bajo el presidente Trump tienen menos posibilidades de que se les permita quedarse en Estados Unidos.

Trump ha regresado a las políticas de la era de la Guerra Fría contra Cuba, revocando el acercamiento de su predecesor con el gobierno de La Habana. Pero, en contraste con décadas de política bipartidaria estadounidense, los funcionarios de la administración no sólo ya no dan la bienvenida a los cubanos a Estados Unidos, sino que también los están expulsando, obligándolos a regresar a México y aumentando las deportaciones a la isla.

En 2016, el último año de la administración de Obama, Estados Unidos deportó a 64 isleños. El año pasado, la  Trump regreso a 463. Este año,las autoridades están en camino de deportar alrededor de 560 personas. El número de cubanos que se presentan en la frontera sur sin permiso previo de entrada, clasificados como “inadmisibles” por el Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza, ha seguido aumentando, y se espera que más de 20.000 soliciten la entrada este año.

Los dos jóvenes cubanos estuvieron entre los primeros que regresaron a México el mes pasado bajo la expansión de una política que ya había requerido que miles de centroamericanos regresaran al otro lado de la frontera mientras sus casos de asilo se tramitaban en Estados Unidos. Insistieron en permanecer anónimos, temerosos de dañar sus casos de asilo, o de ponerse a sí mismos y a sus familias en peligro. La mayoría de los solicitantes de asilo cubanos tienen familiares en Estados Unidos y son el blanco principal de secuestros y extorsiones en peligrosas ciudades fronterizas mexicanas como Juárez.