El “party-gate“ es un escándalo que ha puesto a temblar el puesto del primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson. El primer ministro, que será recordado como aquel quien logró el Brexit, podría tener que renunciar a su cargo. ¿Pero qué tan grave es, realmente, dicho escándalo? ¿Debería, en efecto, renunciar?
En el mes de enero, salió a la luz un correo enviado por la mano derecha del primer ministro británico. En él, se invitaron decenas de funcionarios a una reunión en el jardín de la residencia del primer ministro. El correo también se indicaba que los invitados deberían llevar “su propio alcohol”. Finalmente, a la fiesta asistieron alrededor de 30 invitados, incluidos el primer ministro y su esposa.
Esta reunión se planeó y se llevó a cabo en medio de una estricta ley de cuarentena para el país. En dicho momento, los estragos del virus eran tan altos, que solo se permitían reuniones de dos personas, máximo. Mientras tanto, en la residencia del primer ministro, habrían roto dicha regla. Entonces, ¿Acaso la ley solo aplicaba para los ciudadanos y no para los gobernantes?
Por supuesto que ese ha sido el argumento de quienes exigen que Boris Johnson renuncie a su cargo. Miembros de su propio partido, incluso, insistieron en que debería salir del puesto. Sin embargo, después de una vergonzosa plenaria, el primer ministro se negó a dejar su cargo.
Ahora bien, queda claro que la reunión que hospedó el primer ministro en su residencia, claramente, violó la norma del momento. A pesar de haberse realizado en un espacio abierto, iba en contra de lo estipulado por las propias autoridades que asistieron al evento. Además, Boris Johnson ha expresado disculpas como que “no sabía que estaba en una fiesta”, lo cual ha enfurecido a sus colegas.
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