Las fake news son un fenómeno que se ha acentuado con la tecnología de las redes sociales, pero no se trata de algo nuevo para la humanidad. A lo largo de la historia, siempre se han difundido noticias falsas, a propósito y por equivocación. Sin embargo, el modelo de uso y de negocio de las redes sociales se han convertido en caldo de cultivo para crear y difundir este tipo de noticias.
En efecto, el fenómeno de las fake news se ha acelerado gracias a los algoritmos de las redes sociales, que se enfocan en monetizar la atención de la gente. Por lo tanto, el contenido verdadero no es el que prevalece, sino el que más logra llamar la atención. Ante esta realidad, los usuarios optan por crear contenido sensacionalista y sin verificar si lo que están diciendo es cierto. A final de cuentas, lo que vale es que otros usuarios hagan click.
A esta estrategia deshonesta para generar tráfico en la web se le conoce como el “clickbait”. Se trata de poner títulos, imágenes y contenido sensacionalista con el fin de que los usuarios hagan click. Dado el tráfico de gente en una plataforma puede ser monetizado, esta estrategia resulta en ganancia para los creadores que la utilizan.
Sin embargo, las fake news también se han convertido en una herramienta política. Rusia, por ejemplo, ha destinado recursos para generar contenido en la web con información falsa. Esto ha tenido impacto, sobre todo, en los países de los Balcanes, ya que los medios de comunicación allá son empresas pequeñas y con las cuales el Kremlin puede competir fácilmente en la web.
¿Quién y cómo se regula la información?
Las plataformas como YouTube, Facebook y Twitter buscan tomar medidas para mitigar los daños de las fake news, ¿Pero quién es quién para decidir lo que es verdadero, lo que es falso, lo que está bien y lo que está mal?
En el caso de YouTube y de Facebook, las compañías gastan millones de dólares en personal especializado y desarrollo de software para hacer una regulación de la información. En el caso de YouTube, por ejemplo, los lineamientos de la comunidad están muy bien especificados. La plataforma de informa de manera clara a los creadores lo que está permitido y lo que no.
Aunque los sistemas de regulación de la información de YouTube y de Facebook no son perfectos, el sistema de Twitter es el que se queda más atrás. Jack Dorsey, el CEO de Twitter, es duramente criticado por esto. La empresa no tiene ni el personal ni los softwares necesarios para hacer una buena regulación de la información. Todo esto por descuido del mismo Dorsey, que ha propuesto ideas como que miembros selectos de la comunidad regulen a los demás. Una verdadera amenaza para la libertad de expresión sería esto.
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