El director cinematografico Kim Ki–duk falleció inesperadamente, dejando a miles de fans atónitos, con un golpe de teatro, al igual que en una de sus películas extremas que había traído un nuevo aliento al cine de su país, Corea del Sur.
Habría cumplido 60 años el 20 de diciembre per al final falleció el 11 de diciembre en Letonia, a raíz de complicaciones relacionadas con el Covid–19. Siempre en movimiento, gracias a
El director, actor, guionista y productor de cine había sido galardonado con el León de Oro y el León de Plata en el Festival de Venecia y con un importante premio en Cannes en la sección Una Cierta Mirada. Entre las películas que le han dado fama internacional están “La isla” y “Hierro 3”.
Biografia
Nacido en una familia de origen humilde de provincia, se trasladó a Seúl cuando tenía nueve años, donde asistió a un instituto agrícola, luego trabajó como obrero y finalmente en el ejército en la marina. Una experiencia la militar, que traerá de vuelta al cine, al menos en sus aspectos más sombríos.
A la edad de treinta años emigró a París, donde quedó impresionado por su relación con la pintura, en homenaje a la cual en 1993 como absoluto autodidacta, escribió su primer guión, Un pintor y un criminal condenado a muerte, que le abrió las puertas del mundo del cine con el premio del Instituto Educativo de Guión.
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Su relación con las artes visuales es muy importante, tanto que su “Piedad” en 2012, con la que ganó el León de Oro en el 69º Festival de Venecia, se inspiró en la estatua de Miguel Ángel
Así nació “Pieta“, la historia de un joven gángster, Kang–do (Lee Jung-jin), que cobra en nombre de un usurero, deudas de pequeños artesanos propietarios de talleres mecánicos en extinción, asfixiados por los gigantes industriales.
Son cantidades ridículas, pero aumentan debido a los exorbitantes intereses lo que hace imposible su devolución. Kang–do apunta a esto con el fin de paralizar a los endeudados y así cobrar el dinero del seguro.
El protagonista es un hombre brutal de 30 años, la encarnación del diablo, que arremete contra sus víctimas con ferocidad, indiferente a su dolor y miseria. Hace lo mismo con la autodenominada madre que aparece de repente, habiéndolo abandonado de niño. En el protagonista hay una completa revuelta, una reflexión sobre el poder del dinero, que lo somete a una dura prueba concluida con la más actos de venganzas, el secuestro de la mujer que él cree que es su madre.
“Mercy” es la condensación de todos los temas presentes en la cinematografía del director coreano, incluyendo la fuerte crisis religiosa que tuvo de niño y su extremo deseo de experimentalismo, que luego influye en los exponentes de la nueva ola coreana como Park Chan–wook, autor de la película de culto “Old Boy” (2003). O Bong Joon–ho que con “Parasite” en 2019 destrozó Cannes y los Oscar, compartiendo con Kim Ki-duk la dureza en la representación de la lucha de clases.
El impulso primario de Kim Ki–duk es llevar sus creencias a través del cine a tantas audiencias como sea posible. Por eso sus tiempos de rodaje son tan ajustados, normalmente nunca exceden de un mes. De “Cocodrilo“, su primera película en 1996, que cuenta la historia de un hombre-buitre que vive bajo
En los cines italianos llegó con Primavera, Verano, Otoño, Invierno... y de nuevo Primavera, presentada en Locarno en 2003, que fue un éxito de taquilla por ser una película de arte,
Pero la película que realmente lo consagró al gran público fue Hierro 3 – La casa vacía, con la que en el mismo año ganó el
León de Plata – Premio Especial del Director en el 61º Festival de Cine de Venecia. Una historia de amor, brutalidad, tortura, ternura, ilusionismo y desapariciones, en el hilo rojo de la ilegalidad.
Las tensiones sociales y la iniquidad, la marginalidad, la violencia, los sentimientos fuertes son los temas de las películas de Kim Ki–duk, que concibe junto a las películas más planteadas, más obras “sucias” pero llenas de material shakespeariano, incluso con presupuestos mínimos. Sale a la calle para filmar los impulsos
de su época, no importa si termina en los concursos o en las secciones colaterales de los principales festivales. Siempre con una sonrisa en los labios, con su cola de caballo para sostener su largo cabello y nunca, en ningún momento, ni siquiera el más mínimo indicio de susceptibilidad. Como el verdadero trabajador del cine se consideraba a sí mismo.
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