A Doña Cata, una abuela de 99 años, le parecía que el órgano reproductor masculino no recibía la atención que merecía. Así se lo hizo saber a su nieto Álvaro y al resto de su familia, que le hicieron un homenaje en su tumba, a petición suya.
Abuela pidió la estatua de un pene en su tumba y le cumplieron.
Sus familiares describen a Doña Cata como una mujer que siempre les inculcó tener una mente abierta y respetuosa con la de los demás. Así pues, los invitaba a respetar y a aprender de las diferentes religiones, orientaciones sexuales, formas de pensar y demás.
Doña Cata, además, insistía en que el miembro viril no recibía una apreciación digna por parte de la sociedad. Según ella, el pene se merecía un día de homenaje, al igual que lo tienen muchas profesiones y conmemoraciones.
Finalmente, dicho órgano hace parte del origen de la vida y, además, le produce placer tanto a los hombres como a las mujeres. Así, Doña Cata solía argumentar que la apreciación por el falo no era suficiente y, por lo tanto, ella deseaba hacer algo al respecto.
Así pues, la última voluntad de Doña Cata es que se irguiera la figura de un pene sobre su tumba. Al escuchar la explicación de sus familiares, en especial de su nieto Álvaro, es fácil comprender que no se trató de una vulgaridad. Simplemente se trataba de la última voluntad de Doña Cata, que deseaba rendirle un homenaje al miembro viril como legado al mundo, después de su partida.
La historia de Doña Cata ha llevado a muchos a reflexionar sobre el sentido de apreciación que se tiene por el órgano reproductor de los hombres actualmente. ¿Realmente es menospreciada la figura del pene por la sociedad? ¿Deberíamos rendirle un mayor homenaje o gratitud a este órgano?
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